Claudia Peña Paredes

Estudiante de la Maestría en Antropolgía Social CIESAS- Sureste Línea de Investigación: Espacio, movilidad y territorio

lunes, mayo 28, 2007

LAS LUMBRERAS DE LA AUTOSUFICIENCIA EN EL CAPITALISMO


La exclusión social es uno de los temas más lacerantes en cualquiera de los mantos de estudio, ya sea social, política, económica, cultural, sanitaria o tecnológicamente, y aún con todas las medidas implementadas el tema no puede erradicarse. Y es que el de exclusión social es un concepto cuya utilización generalizada es relativamente reciente. De hecho, es a partir de mediados de los años ’70, y sobre todo en las décadas de los ’80 y los ’90, cuando se convierte en el fenómeno que va a focalizar la dimensión social de la crítica a la sociedad capitalista y a la globalización.
Es pues el inicio del neoliberalismo, lo que ocasionó la inversión de las posiciones estructurales relativas de los sectores formal e informal, la supervivencia informal es el principal modo de vida en la mayor parte de las ciudades del tercer mundo, trayendo como resultado, que el siglo XX se convirtiera en una época, no de revoluciones urbanas como el Marx clásico imaginó, sino en una época de levantamientos rurales y campesinos, fundamentados como guerras de liberación nacional.
Así pues, el proceso de reestructuración del capitalismo por medio del ascenso del informacionalismo, con su lógica fortalecida de competitividad económica, tiene mucho que ver con ello. Pero las nuevas condiciones tecnológicas y organizativas de la era de la información sustentan la discusión sobre el modelo clásico de ganancia capitalista.
Por consiguiente, el ascenso del capitalismo global informacional se caracteriza simultáneamente por el desarrollo y el subdesarrollo económico, la inclusión y la exclusión social. A decir de Castells, se da una “polarización en la distribución de la riqueza en el nivel global, una evolución diferencial de la desigualdad en la renta de cada país aunque con una tendencia predomínate hacia la desigualdad creciente y un aumento sustancial de la pobreza y la miseria del mundo en su conjunto, y en la mayoría –aunque no todos- de los países, tanto desarrollados como en vías de desarrollo” [Castells, 1999: 110].
Y por su parte, en las ciudades, la urbanización debe concebirse como una transformación conjunta y una interacción intensificada entre cualquiera de los puntos del continuo urbano. Los actuales asentamientos poblacionales emergentes (o ciudades perdidas) son paisajes híbridos con espacios parcialmente urbanizados y desarrollados que, a decir de Gregory Guldin [citado por Mike Davis, 2004: 5], “puede ser un nuevo patrón importante de asentamientos humanos… una forma que no es rural ni urbana sino una mezcla de ambas cosas, donde una densa red transacciones ata los grandes corazones urbanos con las regiones rurales que les rodean”. Al respecto, las discusiones de los estudiosos del tema discuten si estos nuevos patrones de uso del terreno, son paisajes transitorios o nuevas especies de urbanismo intensificado.
La urbanización en cualquier parte del mundo no ha estado finalmente aparejada a la industrialización y ni siquiera al desarrollo en si mismo, contradiciendo incluso a los modelos económicos menos ortodoxos. Es decir, Instituciones internacionales como el FMI, BM, OCDE, BID presionan a los países “en vías de desarrollo” para descampesinar sus economías por medio de políticas severas arrojando a los agricultores a los barrios bajos de las ciudades o las zonas irregulares de las afueras, para subemplearse por salarios mínimos o para dedicarse a la informalidad de la piratería y/o la reventa (en el mejor de los escenarios), de modo que las ciudades perdidas se reproducen y crecen aún en contra de su voluntad. De hecho, el nacimiento de estas ciudades perdidas es mayor en los países subdesarrollados que el nacimiento de los suburbios en los países ricos. Entonces, la urbanización triunfa con su fracaso: fracasada como centro industrial, triunfadora como centro productivo.
En el mismo sentido, queda de manifiesto que el tercer mundo es como diría Ernesto Guevara, un enano deforme: con la panza henchida, las patas cortas y los brazos largos. Y es que la población urbana que crece pese al estancamiento económico de las instituciones pero gracias a la dinámica de la economía informal se debe a la presencia extrema de lo que los investigadores han etiquetado como sobreurbanización, cinturones de miseria generalmente ubicados en asentamientos irregulares que carecen de los servicios básicos o cuentan con ellos pero de manera provisional y hasta ilegal, y sin embargo, pese a lo mortales e inseguras tienen un futuro brillante ya que se estima que para el 2035 el campo deje de albergar a la mayoría de los pobres de estos países subdesarrollados, ya que, según los investigadores del “Observatorio Urbano” de la ONU advierte que en 2020, la pobreza urbana en el mundo podría alcanzar entre 45 y 50% de la población urbana total.
Como ya se ha dicho la exclusión social también, y al parecer mayormente, se da en el ámbito económico. Estas redes ubicuas y viciosas de macro-microexplotación, de ricos explotando a pobres y pobres explotando a los más pobres, han suscitado el crecimiento global de un proletariado informal, lo que representa un desarrollo estructural nunca previsto ni por el marxismo clásico ni por las profecías de la modernización. Esta enorme población de trabajadores marginados, servidores civiles que perdieron su empleo y ex-campesinos que emigraron a las ciudades realmente como una frenética colmena de emprendedores que anhelan derechos formales de propiedad y de un espacio de competencia poco reglado, pero esto hace más obvio el hecho de considerar la mayoría de los trabajadores informales como desempleados activos que no tienen alternativas pero subsisten de cierta manera o, simplemente, se mueren de hambre.
Estoy de acuerdo plenamente con R. Kurz (1997) cuando dice que ya es tiempo, después 200 años de era moderna, que el aumento de la productividad sirva para trabajar menos y vivir mejor. Para que eso suceda es preciso, de una vez, superar las contradicciones del capitalismo en dirección a la emancipación humana.

Bibliografía
Castells, Manuel (1999) La era de la Información. Economía, sociedad y cultura Vol. III, Cáp. 2, (Surgimiento del cuarto mundo)
Davis, Mike. (2004). “Un mundo de ciudades perdidas”. Este País, N° 158.